El barco escoraba a babor azotado por la Tramontana y las altas olas
anunciaban el inminente naufragio. La tempestad se había fraguado hacia menos
de una hora encontrándose en su punto álgido. La lucha no tenia tregua y me
centre en los últimos ecos de las notas emitidas por la tormenta. Mi corazón se
estremeció al percatarse que lo dabas todo por perdido y traté de infundirme
valor para romper el oscuro sino al que al parecer me habías destinado.
Yo era el ancla a la que normalmente te asías cuando el mar se embravecía y juntos navegábamos por la vida hasta aguas más tranquilas. Pero hoy me vilipendiabas precisamente acusándome de que a mi lado tu vida había entrado en un estado de “Calma chicha” y no sabía que responder.
Seguramente tenías razón y ya no era ese bravo bucanero que habías conocido en la universidad. Los años me habían convertido en el capitán del navío que intentaba arribar siempre a buen puerto.
Ahora ya lo tenía claro... Para no perderte navegaría contra corriente.
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