Un grito sibilante procedente de las
poderosas entrañas del averno trasformando los objetos de mi deseo. Una traición
palpitante recorriendo gota a gota los venosos ríos de tu cuerpo. Un desdén hacia lo mundano atrayéndonos poco a
poco hacia una elegancia pasajera.
Añoro aquellos días limpios y serenos cuando
el entrelazar de nuestros dedos era mi mayor deseo. Sentados en la vereda con
una bolsa de pipas imaginábamos nuestra vida llena brillantes luces y
melodiosos cantos.
Hoy sin embargo me asfixio y tiemblo a cada
paso que anuncia nuestro inexorable declive; conduciéndonos a un final no
planificado y menos deseado. Los muertos
nos llaman encantándonos con sus silenciosas rimas.
Si hubiese un hálito de esperanza, un
salvavidas al que agarrarnos. Sin dudar ni un segundo me asiria y te tendería la
mano. Quizás aun estemos a tiempo de darle una patada a esta vida y comenzar
una nueva en la que un paquete de pipas y una sonrisa sean más valiosos que
cualquier tesoro.
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