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jueves, 23 de abril de 2015

LA CAJA

El timbre de la puerta retumbo en mis oídos ¡Que molesto...! No hacia ni una hora que me había ido a la cama; estaba francamente cansado. El editor no hacía más que apremiarme con el plazo de entrega. Es verdad que llevaba un ligero retraso, pero una semana tampoco era para tanto. Rinnnggg… Otra vez ese ruido estridente. Cogí la almohada y me la coloque sobre la cabeza; eso amortiguo un poco el ruido. Pero fuera quien fuera era persistente y no se iba.

Decidí levantarme y ver quién era. Mis movimientos eran lentos y acompasados, saque las piernas y me senté en el borde de la cama. Tantee con un pie en busca de las zapatillas que se habían colado bajo el lecho. Solo di con una y pasé de agacharme en busca de la otra. El timbre continuaba  su canción. Quien llamaba debía tener el dedo pegado, no había otra explicación.

Camine cojeando hasta la entrada de la vivienda y justo cuando iba a mirar por la mirilla. Dejo de oírse el molesto sonido. Abrí la puerta y allí no había nadie; solo un paquete. Se trataba de una caja de madera de un metro y medio de alto. La observe por todos lados y no tenía ninguna pegatina anunciando el nombre del destinatario ni su procedencia. ¿A quién pertenecería? Debía de ser un error, pero como habían llamado a mi puerta decidí entrarla en casa. Me agache para levantarla y pesaba como un muerto. ¿Qué contendría…? La rodee y me dispuse a empujarla. Uno, dos, uno, dos….Nunca está de más hacer un poco de calentamiento antes de realizar un esfuerzo físico. Ya estaba preparado y adoptando la posición de un luchador de sumo la empuje con las palmas extendidas. Se movió relativamente poco, pero una caja de madera no iba a poder con migo. Diez minutos después estaba tirado en una silla contemplando al monstruo, el cual había logrado mover solo cinco metros. Ahora tendría que hacerme un buen desayuno para reponerme.

Fui a la cocina con la intención de prepararme un café. ¡Pero qué diablos! la curiosidad me estaba matando. Busque en los cajones donde guardaba las herramientas algo útil con lo que abrir la carcasa y dejar al descubierto el contenido. Por suerte tenía una pequeña palanca propiedad de los antiguos inquilinos de mi vivienda. Siempre he pensado que se dedicaban a algo ilícito. Por que cuando entre en este piso, en una de las habitaciones había gran cantidad de objetos diversos, la mayoría con las etiquetas de las tiendas. Mi casero me comentó que habían dejado este lugar a toda prisa y dejando atrás todos sus objetos personales. Así que especulando como marujas decidimos que se trataba de una banda de ladrones.

De vuelta en el comedor palanca en mano  y bien decidido repase los bodes buscando una hendidura donde introducir la barra de hierro. Note en una esquina un hueco y allí la encajé. Apuntale los pies en el suelo y deje caer mi peso sobre el extremo contrario. Crack… La tapa junto con los clavos salto en de inmediato. Pude ver lo que parecía un pequeño mueble de madera lacado en rojo. No se veía muy bien y como pesaba tanto tuve que forzar las paredes del contenedor para poder sacarlo.

Un mueblecito chino, que curioso… Barnizado y con incrustaciones en nácar de Kanjis chinos. Parecía un armario pequeñito. Intente abrirlo pero estaba cerrado con un candado muy extraño. Jamás había visto nada semejante. Lo estuve estudiando un buen rato, pero no tenía ni idea de cómo abrirlo. Recordé de pronto que en mi escalera había una chica china, vivía dos pisos más abajo. Cogí el móvil y le hice una foto a la cerradura.

Salí de mi casa recordando casi por los pelos coger las llaves del piso tan absorto como iba. Baje las escaleras y llame a su puerta. A los pocos minutos me abrió una mujer bajita, me recordaba a una campesina  que había visto en una película antigua sobre la era Han; en la cual el general Zhang Qian iba en busca de caballos para luchar contra los Hunos. Esta mujer debía de ser la abuela de la chica que conocía.
No es que fuésemos íntimos, solamente nos habíamos cruzado un par de veces frente a la puerta del ascensor.

La anciana me miro perpleja. Pregunté por su nieta y no me dio tiempo a decir nada más. Cogió una revista, la enrollo y soltándome un montón de frases que no conseguí entender me golpeo repetidamente con ella. Cerró la puerta y  me que de allí por unos instantes rascándome la cabeza con cara de pasmarote.  Un minuto después enfilaba el camino hacia el ascensor, cuando la puerta de la chica se abrió de nuevo y la vi salir a ella ataviada con una bata de raso rosa.

-      Perdón, me dijo con una leve inclinación de cabeza. Mi abuela es una señora mayor, pero ha de reconocer que usted no está presentable.

Al decirme esto me di un rápido vistazo. Colocándome la mano en la frente, le dije. – Discúlpeme estaba tan distraído que no me di cuenta de que bajaba en pijama.
   
-      ¿Habrá notado usted que también solo lleva puesta una zapatilla?
-       Ostras, es verdad… Hace tanto rato que voy medio descalzo que ya no noto el frió del suelo. Menudas pintas, ahora entiendo la reacción de su abuela.
-      No se preocupe he salido por que le he reconocido la voz y he pensando que quizás tenía usted un problema.
-       Pues mire si… - Le mostré las fotos del móvil, mientras le narraba la curiosa llegada del    mueblecito a mi casa; que entre la curiosidad y la falta de sueño me habían hecho cometer este desliz.

La chica me sonrió insistiéndome que la esperara en el rellano. Fue hasta su casa y al volver tendiéndome la mano me mostró lo que ella llamo una llave de cerradura china. Era muy curiosa se trataba de un artilugio en forma de horquilla que al unirlo debía introducirlo en el agujero de la cerradura y accionaria un mecanismo que haría saltar un resorte abriéndola de inmediato. Por supuesto no todas las llaves eran iguales, esta pertenecía a un mueble de iguales característica que su familia poseía y quizás con el mío funcionase. Le di las gracias prometiéndole que se la devolvería lo antes posible. Al final  tome las escalera y subí corriendo.

Estaba muy impaciente. Me tire de rodillas al suelo, metí el artefacto en el cerrojo; tuve suerte y se abrió. Tire de las poertezuelas y mire dentro; en su interior había muchos cajoncitos. Los abrí uno por uno y encontré una llave de las mismas características que la que me habían prestado junto con una nota. La leí y en ella decía: Soy tu editor, vas con retraso. Espero que como se que te gustan las cosas chinas este mueble te anime a darte prisa…Te quedan solo dos días.


¡Pues vaya…! Refunfuñando me fui de nuevo a la cama y maldiciendo para mis adentros. A que idiota se le ocurriría regalar un armario cerrado y con la llave dentro…

Fin.Ï

domingo, 12 de abril de 2015