Buscar este blog

martes, 23 de diciembre de 2014

UN ANGELITO POR NAVIDAD

UN ANGELITO POR NAVIDAD

Hacia un buen rato que había caído la noche y bajo la cobija de mi cama estaba atenta al más mínimo ruido ¿Habría llegado ya y no me había dado cuenta? ¡Crac, crac! ¿Qué era eso? Cerré con fuerza los ojos y el corazón comenzó a palpitarme a toda velocidad. ¡Ya estaba aquí! Ese sonido, seguro se trataba del tercer escalón; el que siempre me delataba cuando me levantaba a hurtadillas a comerme las galletas que con tanto amor nos preparaba la yaya cuando venía de visita. Espere lo que me pareció una eternidad y abrí los parpados lentamente. Estaba en tensión y apretaba los dientes hasta el punto de dolerme la mandíbula. Sé que me habían dicho que no debía moverme  de  la  cama pues todas mis ilusiones se convertirían en frías piedras, mas la curiosidad en mi era algo innato y no podía más.

Muy despacio  comencé a levantar el edredón y a deslizar una pierna fuera de mi lecho. No estoy haciendo nada malo me decía a mi misma mientras dejaba que el pie cayese hasta tocar el suelo; solo echare una miradita y el otro pie ya se estaba deslizando en el interior de la zapatilla. Me incorpore, camine hasta la puerta y  conteniendo el aliento giré el pomo. Al salir al pasillo comencé a temblar fruto de la emoción o quizás sería la corriente aire que circulaba por allí, pero continúe caminando pues algo tiraba de mí. Llegue a las escaleras y comencé el descenso. Al alcanzar al temible tercer escalón crujió con un estruendo tal y como si una manada de elefantes hubiese pasado por allí. Me detuve  escuchando por si había sido descubierta, casi esperando que se prendieran todas las luces de la casa y me ganase una monumental bronca por estar levantada. Pero no sucedió nada en absoluto. Decidí continuar bajando esta vez como decía Giselle mi señorita de danza “ligera, ligera como una pluma”

Al llegar abajo me detuve pues vi el reflejo de una luz proveniente del salón que incidía sobre el espejo del recibidor ¿Y si estaba allí y me descubría? ¿Se enfadaría mucho al pillarme y metería todo de nuevo en el saco? Me arriesgaría a que sucediera porque  yo quería saber si él era real o tal y como decía mi Tío Thomas solo se trataba de un producto meramente comercial; esas eran palabras que no comprendía aunque fuesen lo que fuesen seguro estaban equivocadas. En ocho años nunca me había defraudado y aunque tuviese mucho trabajo no sé cómo pero todo lo que quería estaba ahí cuando me levantaba.

Apretando los puños para darme valor fui directa hacia el umbral de la habitación en la que por fin se desvelarían todos los misterios y al llegar me quede boquiabierta ¿Dónde estaba Santa Claus y que hacia esa mujer colocando regalos bajo nuestro árbol? Cuando pude reaccionar me di cuenta de que ella me miraba del mismo modo. Esa mujer me resultaba a la vez extraña y familiar; pero era incapaz de ubicarla. Entonces ella alargo la mano, como queriendo tocarme y yo sobresaltada di media vuelta corriendo escaleras arriba. Al ir tan deprisa el camisón se arrebolo entre mis piernas y tropezando  caí de bruces en el pasillo conteniendo el chillido que pugnaba por salir de mi garganta. Dolorida y magullada busque la seguridad de mi cuarto metiéndome velozmente entre las sabanas. Temblaba,  pero esta vez no de frio o de emoción sino de puro miedo. Y así  dándole vueltas a la cabeza y sin acabar de entender que es lo que había visto me quede dormida.

Con un golpe sordo se abrió la puerta de mi habitación y mis hermanos gemelos gritaron al unisonó – ¡Despiértate tonta! es que no quieres ver que te ha traído Papa a Noel. Espabila que ya es Navidad.

Me senté en la cama casi perpleja y recordando partes de lo sucedido la noche anterior decidí que todo había sido un sueño.

Al llegar al salón mi familia al completo allí reunida reía formando una algarabía de sonidos y papeles de regalo que volaban por todas partes. Mi madre en medio de todo me conminaba a mirar mis regalos. Abrí los brazos y sonriendo la abrace. Tras eso me lance a rebuscar entre los paquetes para dar con los míos y entonces lo vi. Al pie del árbol situado a escasos centímetros había la pequeña figurita de un bello Ángel de metal del que pendía un cascabel. Lo alce con mis diminutas manos y se lo mostré a mis padres que se miraban extrañados pues claramente no sabían de donde había salido, mas al ver que a mí me gustaba mucho decidieron que me lo quedara.

Habían pasado veinticinco Navidades desde aquel día y ahora era yo la mama orgullosa que en vísperas de Navidad andaba toda atareada por la casa. La Noche buena había sido un éxito y nos habíamos reunido toda la familia en la gran casona; era genial poder vivir en ella aunque he de reconocer que me supo mal cuando mis padres me la dieron... Pero fueron los dos los que decidieron irse a vivir a la costa rodeados de sol y “nuevos jovencitos” Modo en el que denominaban a la gente de la tercera edad que al igual que ellos se habían mudado al sur buscando climas más apacibles. Y de esa manera acabo la casa en mis manos.

Me senté en el sofá y pensé que quizás hoy sería el día y no sabía si estaría preparada. El año pasado por estas fechas me sucedió una cosa que me izo recordar algo del pasado. Entre los regalos bajo el árbol un pequeño paquetito que venía de parte se Santa marido Claus tenía una tarjeta con mi nombre. Al desenvolverlo y ver su contenido me hizo recordar lo que me sucedió cuando tenía unos ocho años. Subí hasta mi cuarto apretando el regalo contra mi pecho. Abrí el armario y saque una cajita que no abría desde hacía muchos años; eran mis tesoros de la infancia y ni siquiera mi marido los había visto. Cogí un objeto que en ella se hallaba guardado con la mano que me quedaba libre y también lo apreté con firmeza. Cerré por un instante los ojos mientras murmuraba – No puede ser… - Al abrirlos, abrí también las dos manos a la vez y allí sobre mis palmas reposaban las figuras de dos ángeles de metal de los que pendía un cascabel y eran exactamente iguales.

Por eso aquí sentada empecé a divagar lo que podría suceder esta noche mientras contemplaba los dos angelitos antes de meterlos en el bolsillo de mi pantalón. Me incorporé atenta al silencio nocturno que me indicaba que todos dormían; ya era hora de colocar los regalos bajo el árbol. Cogí uno entre las manos y cuando lo estaba depositando en su lugar correcto vi de reojo una pequeña figura que me miraba desde el dintel de la puerta y asombrada alargue el brazo para intentar tocarla; era una niña pequeña.  Ella dio la vuelta y echo a correr dejándome allí plantada sin poder articular palabra. Cuando conseguí moverme subí las escaleras a toda prisa, pero ella había desaparecido.

A la mañana siguiente mi hija menor me pidió que le dejara ver mis dos angelitos pues le gustaban mucho. Recordé que los había metido en el pantalón que llevaba la noche anterior y fui a buscarlos mas allí solo había uno. Por más que busque y busque por toda la casa no di con el otro. Mi hijita se entristeció al saber que se había perdió, pero yo le dije con una sonrisa  que quizás en este momento, pero en otro tiempo una niñita como ella lo abría encontrado y sería muy pero que muy feliz.

*  Fin. * 

2 comentarios: