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viernes, 12 de agosto de 2016

LA ÚLTIMA COLINA

El abedul plantado sobre aquella colina era mudo testigo de la traición de los hombres. Sometido a la tentación de los hijos de Eva por la destrucción quedó solo en aquel yermo páramo. Lugar del que hasta la vida misma huía  y  la muerte era atraída por su misma esencia. Mas sus raíces eran fuertes y resistía aunque sometido por el gélido viento mientras protegía con sumo cuidado el último vestigio de existencia que era él en sí mismo.

Los días se sucedían lentamente y sus hojas lloraban cayendo una tras otra hasta que solo fueron quedando ramas desnudas que presagiaban el inminente fin. La balanza dejaba de inclinarse a su favor y la parca reía ya victoriosa.

El cielo enloquecido comenzó a bramar y un rayo impacto violentamente sobre su corteza marcando el final de una era. Todo quedó en silencio cuando el pereció; nadie lloraría su muerte.

El tronco medio calcinado se troncho del todo y rodó colina abajo partido en dos. Libre por fin de aquella colina no detuvo su carrera hasta dejar atrás el páramo donde había estado encarcelado para dejar ir lo que durante quince años había protegido; las semillas de la vida. Había dado su vida por sus hijos e hijas que repoblarían aquella tierra.

Su espíritu seria por siempre uno con ellos.       

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