Melodía del mar, en el arduo
devenir de las olas. Sinfonía letal de la mítica nereida, resonando cual bella
partitura mortal; abrazando a aquellos incautos que se adentran sin miedo en
los océanos.

La fría muerte os aguarda,
arrastrados hacia el insondable abismo; sombría y fría es la noche.
Y en la solitud de la arena, unos
pies descalzos dejan sus huellas mientras las almas terrenas, gimiendo se
lamentan.
Musitando desde la orilla una oración
se eleva. «Dios de los mares, señor de los océanos,
devuélvenos a nuestros padres, esposos e hijos; calma a tus nereidas,
pues para engalanar sus cabellos esta humilde ofrenda de fragantes flores, depositamos
sobre tus oscuras y gélidas aguas».
Ya despunta el alba y los navíos regresan
a puerto.
Con una mano sobre el corazón mujeres,
ancianas y niños aguardan impacientes; suspiran casi conteniendo el aliento y deseando
esperanzados que sus plegarias fuesen escuchadas.
Ya arribaron las naos, observadas
a lo lejos por las hijas de Nereo; que portando sobre sus cabellos bellas y
hermosas flores ríen alegremente; nadando alborotadas, para decidir cuál es entre
ellas la más hermosa.